Conduce hacia Belén. Al rincón donde, Dios en pequeño, nos hablará del amor y
de la ternura en la pequeñez e inocencia de un Niño.
Está formado por personas que buscan y
esperan. Por aquellos que intentan
encontrarse con Dios para nunca perderlo.
Es iluminado por la luz de la fe. Por ese camino avanzan aquellos que, siendo conscientes
de lo bueno que hay en el mundo, intentan también transformar la realidad
negativa con la inspiración del Espíritu Santo
No está exento de dificultades. Todo aventurero, en su escalada, ha de quemar horas y
sufrir para llegar hasta la cima. Hay que dejar, en el llano, aquello que nos
añade peso.
El camino del adviento está cuajado por
melodías de alegría. Meterse en él,
automáticamente, produce una sensación de paz y de gozo: ¡viene el Señor a
nuestro encuentro!
Está indicado por personas que, antes que
nosotros, vivieron este tiempo con emoción e intensamente: Isaías, Juan Bautista, José, María. Ellos son la mejor
garantía y estímulo para encontrarnos con Aquel que viene.
En el camino del adviento crece también la
cizaña. El enemigo del bien. Los
adversarios de Dios. Aquello que intenta obstaculizar la irrupción de la Gracia
o el Reino de Dios: secularismo, materialismo, consumismo, comodidad, crítica
destructiva a la Iglesia
Es un despertador. Nos espabila. Nos hace ponernos en pie. La pereza o la
desesperanza, no son buenos compañeros de viaje. El Adviento es un buen “chute”
para ponernos en sintonía con Dios.
Nos arrastra, llenos de esperanza, hasta un Jesús que viene para proponernos un futuro que
está en las manos de Dios.
Nos seduce de tal manera, ese camino, que
dejamos en sus orillas los graves acontecimientos que se dan en el mundo. No los olvidamos, y porque no los olvidamos, nunca pueden ser más
fuertes que nuestra fe: Dios nos salvará
El camino del Adviento, es un tiempo de
restauración. Es necesario obrar en
nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestras actitudes y en la vida misma,
aquellos cambios que sean necesarios para que, el Señor, cuando llegue nos
encuentre bien dispuestos.
Padre Javier Léoz
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