Señora de la Nochebuena.
Señora del silencio de la espera:
esta noche nos darás otra vez al Niño.
Velaremos contigo hasta que nazca;
en la pobreza plena, en la oración profunda,
en el deseo ardiente.
Cuando los ángeles canten "Gloria a Dios
en lo más alto de los cielos y paz
a los hombres amados por Él", se habrá
encendido una luz nueva en nuestras almas,
habrá prendido una paz inmutable
en nuestros corazones, y se habrá pintado
una alegría contagiosa en nuestros rostros.
Y nos volveremos a casa en silencio,
iluminando las tinieblas de la noche,
pacificando la nerviosidad de los hombres
y alegrando la tristeza de las casas.
Después en casa celebraremos la fiesta de la Familia. Alrededor de la mesa, sencilla y cordial, nos sentaremos los chicos y los grandes: rezaremos para agradecer, conversaremos para recordar, cantaremos para comunicar, comeremos el pan y las almendras que nos unen.
Afuera, el mundo seguirá tal vez lo mismo.
Tinieblas que apenas quiebra la palidez de las estrellas. Angustias que apenas cubre el silencio vacío de la noche. Tristezas que apenas disimula la lejana melodía de las serenatas.
En algún país no habrá Nochebuena porque están en guerra. En algún hogar no habrá Nochebuena porque están divididos. En algún corazón no habrá Nochebuena porque está en pecado.
Señora de la Nochebuena, Madre de luz,
Reina de la Paz. Causa de nuestra alegría: que en mi corazón nazca esta noche otra vez Jesús, pero para todos: para mi casa, para mi ciudad, para mi país, para el mundo entero.
Y sobre todo, fundamentalmente, que nazca otra vez Jesús para la Gloria del Padre.
Amén. Que así sea.
Cardenal Pironio
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